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Mapaches en el jardín

Los Visitantes Nocturnos

Originalmente publicado en el Boletín Entre Colonos, julio - agosto de 2018

Lo que me dijo era imposible: en la noche vio un par de ojitos que la miraban través de la ventana.
Me dijo que primero escuchó pasos en la azotea -me dije que por algo sería- luego, ruiditos muy cercanos y al entreabrir la cortina, vio al animalito que la miraba. En eso, desde el techo saltó al pretil de la terraza un animal más grande, también de larga cola y ambos se alejaron en la oscuridad de la noche. Yo, ni me di por enterado.

He de decir que si lo dice mi amor, debo creerle, aunque sea imposible. Cuando uno es cuadrado, la vida nos lo quita a punta de martillazos de realidad.

Para esto, también teníamos un misterio añoso: en las mañanas siempre están vacíos tanto el plato de croquetas como el bebedero de mis 3 perros.

Como además de incrédulo soy curioso, pues me armé de una "trap cam"; que es una cámara digital accionada por un sensor de movimiento; y la puse para "cazar" lo que pasara. Sí, Dulcinea dijo que exageraba y solo me había faltado un cañón desintegrador.

Lo que descubrimos nos ha cambiado la vida. Hasta ese día conocíamos solo la mitad de la historia, la que tiene luz. Encontramos que por el jardín pasa un desfile de animales: gatos, mapaches, tlacuaches, cacomixtles, ratas de campo y más. Vimos como hordas de escarabajos, "jicotes", llegaban a comerse los brotes de las plantas, dejándolas pelonas, y yo que ¡siempre le eché la culpa a los gusanos!

Primero resolví retirar las croquetas en la noche. Gran error: como no uso insecticidas, se comieron mis verdolagas amarillas, naranjas y blancas, luego siguieron con los cebollines, betabeles, zanahorias, albahacas y otras más. Pedí tregua y volví a dejar fuera las croquetas, ni más ni menos, como siempre había sido. Santo remedio, nuevamente crecieron nuestras plantas de ensalada.

Los visitantes nocturnos son parte de la fauna silvestre que busca seguir haciendo su vida donde, desde hace milenios, lo había hecho, pero como su tierra ya no es su tierra, tienen hambre. Vienen al jardín a comer fruta, follaje y a ratones, ranas, cucarachas, arañas, gusanos, lombrices y cuanto insecto grande encuentran.

Los vecinos, temerosos de los ruidos nocturnos, dejan su luz prendida toda la noche, pensando que así ahuyentan a los merodeadores. Pero el hambre es resiliente, con y sin luz los visitantes nocturnos seguirán buscando su sustento entre nuestras casas; solo hay casas; y haciendo ruido.

De nosotros depende llevar la fiesta en paz: comer y dejar comer.




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